Un campesino les promete a sus hijos que cuando sean mayorcitos, les
revelará el secreto de la vida. Los niños preguntan a qué edad será eso. El
padre les responde que cuando cumplan 12 años. Justo el día de su décimo
segundo cumpleaños, el hijo mayor le exige al padre, emocionado, que le
confiese el secreto. “Las vacas no dan leche hijo”, le contesta su padre, muy
seguro de sí mismo. El joven, que nació y creció y ha pasado toda su vida en el
rancho, solo se ríe. ¡Pero si él mismo las ha ordeñado! “Las vacas no dan
leche”, insiste el padre. “Tienes que levantarte en la madrugada, coger un
balde, atarle la cola y las patas, aprender a sacar la leche de las ubres. La
vaca no te da la leche. O la ordeñas, o te quedas sin leche”.
Esta anécdota siempre me ha gustado para compartirla con el futuro
heredero o sucesor de una empresa familiar. Porque una de las cosas más
importantes que un sucesor debe entender es que la riqueza que hereda no es tan
solo un privilegio, sino una responsabilidad, y que hay que trabajar para
preservarla. Las cosas no caen del cielo, el dinero no se da en los árboles, y
la vaca no te da leche si no trabajas por ella… lo cual tampoco es una
tragedia, sino todo lo contrario: te aseguro que esa leche sabe incluso más
deliciosa después de que te esforzaste por obtenerla. Aprender a ordeñar la
vaca es empoderador; es, de manera simbólica, el paso de la niñez a la madurez.
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