Atreverse a matar a la vaca

 


Otra de mis fábulas favoritas cuenta la historia de un monje y su aprendiz que visitan la casa de una familia muy pobre, que vive al borde de un barranco, y cuya única posesión es una vaca flaca que tienen atada afuera de la casa. Se cuenta que la familia es grande: padres, hijos y abuelos comparten el mismo techo y todos se alimentan de la leche de esta pobre vaca. Sin esta vaca, la familia caería en la miseria. Pues bien: después de pasar la noche alojados con aquella familia, el monje libera a la vaca, la empuja por el barranco, y la vaca muere. El discípulo no lo puede creer. Un año después, el monje y el discípulo regresan a esa casa. Todo ha cambiado: la familia dejó de ser pobre, la casa se veía más grande y en buen estado, y donde estaba la vaca ahora había un huerto. El aprendiz fue a preguntarle a la familia qué había pasado. El padre le explicó que, al haberse dado cuenta de que la vaca estaba muerta, y después de pasar varias horas llorando desconsolados, al fin decidieron reaccionar: buscaron semillas, las plantaron en la tierra fértil, formaron un huerto del que empezaron a comer y del que pronto pudieron vivir vendiendo parte de la cosecha. Ahora estaban mucho mejor que un año antes. “¿Crees que, si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra?” le susurró el maestro a su aprendiz. El sabio añadió: “La vaca no solo era su única posesión, también era lo que los mantenía hundidos en su mediocridad”. 

Esta anécdota me agrada porque va en dirección contraria al dicho que reza: “Más vale pájaro en mano que ciento volando”. Mucho se habla de salir de la zona de confort, pero la gran trampa de la zona de confort es que a veces no nos damos cuenta de que estamos en ella. Aquella vaca parecía ser la única esperanza de la pobre familia, cuando en realidad era su excusa para no atreverse a salir adelante. Pero la familia reaccionó bien en la historia. En vez de preguntarse, “¿por qué a mí?”, tomaron la actitud correcta: “¿Qué puedo aprender de esta situación”? Para unos, una simple anécdota con una vaca; para otros, una verdadera lección de resiliencia. Muy recomendable para fundadores o emprendedores que inician sus negocios y tienen que lidiar con más de una decepción. 

Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida, ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas.

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